sábado, 1 de agosto de 2009

1934 – 1935: Lorenzo Garza y El Soldado, mano a mano, los amos de Madrid (I)

El pasado miércoles se cumplieron 75 años de una hazaña en la que los personajes centrales son dos de los más grandes toreros que ha dado este País. El primero, originario de Monterrey, destacado intérprete del pase natural, Lorenzo Garza, llamado por sus desencuentros con las masas El Ave de las Tempestades y el otro, capitalino, Luis Castro, El Soldado, uno de los más puros ejecutantes del toreo a la verónica que conocemos.



Garza y El Soldado se encontraron 5 veces en Madrid. Tres veces como novilleros y dos ya con alternativa, estas en la Plaza de Las Ventas. El sumario de sus encuentros en la primera plaza del mundo es como sigue:

29 de julio de 1934. Novillos de Gamero Cívico, antes Torre Abad, para Cecilio Barral, Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado.

Es este quizás, el más conocido y por ello, el encuentro de estos dos toreros mexicanos en la Villa y Corte, que se ha convertido en una especie de lugar común. Cecilio Barral, un torero al que Cossío califica de enterado y con buenas maneras, que entró en sustitución de última hora por el originalmente anunciado Juanito Jiménez se fue al hule tras de matar al primero de la tarde y los dos mexicanos se quedaron con el resto del encierro.

La versión de Eduardo Palacio, que hizo la crónica del festejo en la edición del diario ABC de Madrid correspondiente al martes 31 de julio de 1934, destaca lo siguiente:
Gestación de un mano a mano… La corrida era de Torre Abad, bien puesta, brava y de bonita presentación, aunque desigual en tamaño, por culpa del bicho lidiado en tercer lugar, de bastantes menos arrobas y mogón del derecho por añadidura. La res que rompió plaza y la jugada en quinto lugar eran gazapona; mas ninguna de las seis, ofreció grandes dificultades para la lidia. El primitivo cartel de la fiesta tenía al frente de la terna de espadas a Juanito Jiménez, pero se negó, mal aconsejado, a torear la corrida en cuestión, previos los requisitos legales, claro es, y se le substituyó con Cecilio Barral, diestro modesto, desentrenado, veterano ya en la profesión, pero, que, puso un destello de amor propio en la actuación brevísima que tuvo. . .

Acerca de El Soldado ante el segundo de la corrida

Cuadró éste, y aquél paseó la vista por la plaza, y después como la cosa más natural del mundo, arrojó la muleta a sus espaldas, sacó parsimoniosamente su pañuelo de bolsillo; y con él en la izquierda, arrancó a herir guapamente y, dejó media estocada lagartijera, que tumbó patas arriba al astado, Lo que vino después se lo imaginara el lector. Una verdadera apoteosis: las dos orejas, el rabo, dos vueltas, al ruedo, salidas a los medios, aclamaciones, Un verdadero delirio. Aficionado antiguo, había, el célebre Vidriero de Ministriles, entre otros, que no podía ocultar su emoción al pensar que lo que acababa de ver le quitaba de encima cincuenta o más años...

Respecto de Garza ante el cuarto de la tarde:

...en cuanto cuadró éste tiró la muleta, y sin nada en la mano izquierda, entró a herir, con mil toneladas de valor en el corazón y su infantil sonrisa en los labios, señalando un gran pinchazo. Se agachó, tomó de nuevo la franela, dio cinco o seis pases más y se volcó sobre el morrillo en un magno volapié. Hizo explosión el legítimo entusiasmó del público, se le concedieron al espada las orejas, se paseó en hombros por el ruedo, y el muchacho se zafó de los que le llevaban, se dirigió: al burladero, donde su compañero descansaba, le obligó a salir de él, y juntos dieron la vuelta al anillo y salieron a los medios. Ya estaba gestado el mano a mano...

Aquí una observación, el lugar común en la narración popular de esta tarde, es que Garza mató al cuarto sin la muleta en la mano izquierda, cuando de las crónicas, tanto la de Eduardo Palacio del ABC, como la de José Tulla en El Siglo Futuro y C.A. en La Época coinciden en que cuando se tiró a matar a cuerpo limpio, pinchó al toro y después, se tiró a matar de manera ortodoxa e hizo la suerte del volapié con todas las de la ley. Es entonces que así mató al toro y es también que es un detalle omitido por la conseja popular y que aquí, con la consulta de las fuentes disponibles y apropiadas, aclaro.



8 de agosto de 1934. Novillos de Juan Sánchez de Terrones, para Miguel Cirujeda, Lorenzo Garza y El Soldado.

En esta oportunidad la buena novillada salmantina de Terrones permitió a nuestros paisanos reiterar que lo logrado dos domingos antes, no fue obra de la casualidad, aunque el saldo en apéndices no fuera igual para todos, pues en esta ocasión es solamente Lorenzo Garza quien se lleva las orejas, aunque el ambiente continúa favorable a ambos. De la relación de José Tulla en el diario El Siglo Futuro de Madrid, del 10 de agosto de ese año destaco lo siguiente:

…Pocas horas estuvo abierto el despacho de localidades. A las cuatro de la tarde del miércoles todo el papel lo tenían los «reventas» y algunos afortunados aficionados. La corrida de ayer salió tan cara como las de Beneficencia, Y esto ocurre cuando la empresa tiene «género» que vale y se saben componer los programas...

Lorenzo Garza repitió lo ejecutado en su última actuación; toreó como nos tiene acostumbrados con el capote y la muleta, y con el acero en su primero dejó media superior, por lo que escuchó ovación, orejas y vueltas al anillo y salida a los medios. En el cuarto la faena de muleta fue sublime, inmejorable, y, en cambio, no le fue concedido más que un apéndice, para mí ésta fue mejor faena que la del primero, para otros, no sé.

Con el capote hizo quites variados en todos los toros, y en el quinto, al querer ayudar a su paisano «El Soldado», haciendo entrar al tercio al novillo, «El Soldado» le recriminó, y el público gritó de lo firme a Luis, pero éste al terminar con el novillo se reconcilió con Garza y ambos se abrazaron, dando la vuelta al ruedo acompañados también por Cirujeda. Garza brindó su primer toro a don Carlos Gómez de Velasco, gerente de la empresa...

Como vemos, el celo profesional del torero de Mixcoac, Luis Castro Sandoval salió pronto a relucir al ver que su paisano y alternante se le había ido por delante. Pero tras el instante de reflexión, comprendió que el auxilio en la lidia solo tuvo por objeto el facilitar las cosas y nunca el taparle, motivo por el cual, compartió con él y el turolense Cirujeda una triunfal vuelta al ruedo.

Eduardo Palacio, en el ABC de Madrid de la misma fecha proclama:

...Pero, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, lo cierto y positivo es que el mano a mano Garza - El Soldado es ya, más que un ansia de la afición, una necesidad imperiosa de la propia fiesta. Llegará pues, el mano a mano, cuando sea, donde sea y el éxito económico de la Empresa está en absoluto descontado...


El tercer capítulo de esta saga será precisamente el que este escritor había pronosticado desde su primera crónica sobre el particular.

23 de agosto de 1934. 5 Novillos de Coquilla y uno de Santos para Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado, mano a mano.

En algunas entradas anteriores comenté tanto las fechas en las que dos toreros mexicanos habían actuado en corridas y novilladas en las Plazas de Madrid, como también me referí ya en específico a las dos ocasiones en las que toreros mexicanos – Rodolfo Gaona y Armillita – han matado corridas en solitario en ese mismo ruedo. Antes de esta ocasión, el 17 de abril de 1932, se dio un cartel todo mexicano, cuando el nombrado Armillita, Heriberto García y David Liceaga lidiaron una corrida de don Alipio Pérez Tabernero Sanchón.

El mano a mano de El Ave de las Tempestades y El Soldado era la respuesta a los reclamos de la afición madrileña, y su trascendencia, al margen de los trofeos, nos la describe de la siguiente manera Eduardo Palacio del ABC de Madrid, en su crónica del 24 de agosto:

...Y de improviso, sin esperarlo nadie, sin sospecharlo siquiera el que presume de más agudo, saltan una tarde al ruedo Garza, El Soldado y otro torero indígena y la pareja de mejicanos forma un lío espantoso en la fiesta de toros, la pone patas arriba y los comentarios, la pasión, el entusiasmo, la contradicción, salen de la plaza, llegan a los cafés, a los talleres, a las oficinas y solo se detienen ante los cabarets, santuario cada uno de tal o cual figura, cuyos amigos forman una barrera inexpugnable hecha con estas siete palabras: "Dicen que están descarados con los becerros." No se permite otro comentario; la frase asemeja una consigna.

Más todo es en vano. Repiten la hazaña los dos mejicanos, haciendo ricos a los revendedores y entonces empiezan a bambolearse los tinglados, y por todas las rendijas penetra la luz, huyendo despavoridos los ratoncillos. Se hace preciso rendirse a la evidencia; se teme a la comparación; ya no puede hurtarse el éxito a la pareja mejicana Garza - El Soldado. Se espera con ansia el mano a mano de ellos, entre comentarios de se da, no se da, no quiere este, no quiere aquél, piden mucho dinero, la Empresa no transige y toda la escala del ratimagueo defensivo...

...La novillada fue terciada, bien puesta y poco desigual en cuanto a bravura. El primero fue un gran toro, suave y noble; el segundo se vencía del lado derecho; el tercero era grande y bien puesto de cuerna; el cuarto mansote, de muy mal estilo y reparado de la vista; el quinto, muy chiquito, cumplió bien en varas y el sexto, de mucho respeto, gordo y hondo, resultó tan manso, que no hubo posibilidad de librarle del fuego. Todos tenían poder y derribaron con estrépito...

...¿Que es doloroso que hayan sido dos mejicanos los que han actuado de fuerte revulsivo en la fiesta de toros? Puede ser cierto. Pero no lo es menos que ello constituye una realidad, que de sobra nos puede compensar de tal dolor. Dígalo si no el hervor de entusiasmo que reinó en la muchedumbre que llenó ayer la plaza.


Lorenzo Garza solamente mató dos de los tres novillos que le tocaron en suerte y cortó dos orejas, pues el tercero de la tarde, durante la faena de muleta, le volteó de mala manera, provocándole una conmoción, misma que provocó su ingreso a la enfermería y no permitió su salida de ella. El Soldado se alzó como el gran triunfador de la tarde, pues obtuvo las dos orejas y el rabo del fogueado sexto y fue retirado en volandas de la plaza.

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