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domingo, 30 de enero de 2011

En el centenario de Armillita I

30 de enero de 1946: Armillita, Manolete y Silverio lidian en El Toreo, el último encierro español que se ha corrido en la capital mexicana

Necesaria aclaración

El día 3 de mayo de este año se cumple el primer centenario del natalicio de don Fermín Espinosa Saucedo Armillita, quien resulta ser, a la luz de los hechos, una de las más altas cumbres de la Historia Universal del Toreo. A partir de este día y cuando menos una vez al mes, procuraré ocuparme de alguno de los hechos notables de su paso por los ruedos del mundo, distintos a los que ya he dejado constancia en las virtuales páginas de esta bitácora. Espero que los encuentren de interés y que sirvan para dejar claro que independientemente de que haya un océano entre América y Europa, la Fiesta es una y así debe seguir siendo.

La temporada 45 – 46 en El Toreo

A la reparación de la ruptura de las relaciones taurinas entre España y México, producida en 1936 y la forma en la que se gestó la temporada en la que se dio la corrida que aquí me ocupa, dediqué otro espacio de esta misma Aldea y a él les reenvío. También escribí ya a propósito del impedimento oficial al ingreso de ganado español a nuestro territorio, a causa de una epizootia de fiebre aftosa, así que para aligerar, les pido también, si es el caso, dirijan sus pasos al espacio relativo.

Solamente añadiré que esa temporada 45 - 46 encontraba en puerta, aparte del serial de El Toreo, la inauguración de una nueva plaza de toros en la capital mexicana. La ya bautizada como Plaza de Toros México, con capacidad inicial de 50,000 espectadores – después reducida en un 10% por disposición gubernativa –, manejada por una empresa distinta a la de La Condesa y con la que se iniciaría una competencia en materia de asuntos taurinos en la Ciudad de México, con el Monstruo de Córdoba como eje de ella, tanto así, que el día 22 de abril de 1946, se publicó en el Diario Oficial de la Federación un decreto del Jefe del Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, limitando la celebración de festejos taurinos a 2 por semana, pues se aducía entre otras cosas, que con más, se afectaba seriamente la actividad productiva y la economía de las familias.

En ese entorno se anuncia en El Toreo un festejo con un cartel encabezado por Armillita, Manolete y Silverio Pérez, para enfrentar un encierro español de origen Murube. Aludo a su origen, dado que en las distintas informaciones que he podido recabar, me encuentro con autores como Guillermo Ernesto Padilla, que aseguran que la corrida era de doña Carmen de Federico, en tanto que Filiberto Mira y Francisco Narbona señalan que los toros fueron de don Luis Vallejo Alba y  por su parte El Tío Carlos simplemente dice que fueron de Murube. Cualquiera que sea el caso, lo único seguro es el origen de los toros, puesto que la familia Urquijo de Federico compró a la familia Murube la ganadería que formaron a partir de ganados de Vistahermosa, vía Arias de Saavedra y en su caso, don Luis Vallejo Alba o compró a doña Carmen de Federico el pie de simiente para formar la suya o como afirma el veterinario Juan José Zaldívar, adquirió directamente de Tomás Murube una fracción de la ganadería de su familia.

Un festejo accidentado

La corrida estuvo envuelta en varios accidentes previos. La presencia de Manolete en las plazas mexicanas representó un revulsivo para las cosas de los toros de este lado del mar. Las entradas para ir a verle se cotizaban a altos precios y las instalaciones para ir a adquirirlas resultaban insuficientes. Me encuentro en el diario El Informador de Guadalajara, la víspera de la corrida, con la siguiente información:

Multa por falta de taquillas. – México D.F., enero 28. – Mil pesos de multa fueron impuestos a la empresa de “El Toreo” por no haber colocado las taquillas que dispuso el Gobierno del Distrito Federal en los terrenos de la plaza, para facilitar la venta de los boletos. Cada semana que pase sin cumplirse, aumentará la multa.

El equivalente en dólares de esa época eran 125 aproximadamente. Y es que las colas que se formaban alrededor del coso hacían imposible la adquisición de las ansiadas localidades. Pero no solo se tomaban medidas gubernativas, el asunto tomó también tintes políticos. Un senador, Vidal Díaz Muñoz, arremetió en contra de las empresas, tanto de El Toreo como de la Plaza México en los siguientes términos:


Continúa la reventa en la Capital. Todas las medidas que se han adoptado, parece que resultan inútiles. – México D.F., enero 29. – El señor senador Vidal Díaz Muñoz, expresó que no se había acabado con la reventa de boletos para los toros, por más medidas que se habían adoptado. Que es vergonzoso que antes de expenderse los boletos en las taquillas oficialmente, la víspera o el mismo día de la corrida, desde varios días anteriores se ven a los revendedores con blocks de boletos en los cafés, peluquerías, clubs y demás sitios de reunión, a donde se trasladó la perseguida reventa de las calles. El senador Díaz Muñoz hace responsable de esta reventa al gerente de El Toreo, Antonio Algara, de quien dijo que era un personajillo que al parecer goza de grandes favores oficiales. También dijo el mismo senador que los precios en la nueva plaza México eran excesivos, lo que demuestra que su dueño, el licenciado Neguib Simón va igualmente por el camino de la especulación y la explotación.
Ese era el ambiente en el que se iba a desarrollar la corrida a la que me referiré enseguida.

Armillita sin los toros de Murube

Al final de cuentas Fermín El Sabio no lidió ninguno de los toros españoles que le hubieran correspondido, sino dos de Zacatepec, de la misma procedencia, pero de origen nacional. En el sorteo se desechó uno de los de Urquijo o Vallejo – según la versión que se acepte – por chico y el cuarto de la tarde fue devuelto por manso, así que acabó enfrentando dos pupilos criados en Tlaxcala por don Daniel Muñoz, quien después de haber intentado fusionar los ganados familiares de origen Piedras Negras con simiente zacatecana de San Mateo que le facilitara su amigo don Antonio Llaguno, se decantó por lo saavedreño, vía Murube, siendo una de las contadas ganaderías mexicanas que se mantuvieron fieles a esa línea de sangre.

¿Cómo fue la actuación de Armillita en esta señalada tarde? Voy a recurrir a la relación de don Carlos Septién García El Tío Carlos, que en el diario El Universal publicó la crónica de la corrida bajo el título Manuel Rodríguez Manolete o la pureza del arte y que de la actuación del Maestro Armillit, destaca lo siguiente:

FERMÍN: El de Saltillo – vestido de paja y oro, como trigo maduro – salió por la victoria. Pase a pase, lance a lance, fue elaborando un triunfo sólido, consciente, sereno; dijérase que Fermín estaba cuidando su tarde con el mismo esmero cariñoso con que se cuida un toro suave y dócil. Fermín quería cortarle las orejas a la tarde... Era ese Fermín distinto que hemos visto desde que llegara “Manolete”: el Fermín que despojado de su profesoral indiferencia ante los retozos más o menos brillantes de sus discípulos, ha encontrado en la solemne presencia del cordobés un estímulo digno para hacer esplender toda la vasta dimensión de su ciencia... Así, el toreo de Armillita ha dejado de ser el monólogo entristecido o la algarabía sofística que solía ser antes, cuando no había quien lo entendiera o cuando, aburrido, apelaba al engaño para recibir algún calor de palmas. Hoy es un diálogo levantado, profundo: diálogo que, en mutua fecundación, se ha entablado entre la plenitud de Fermín y la liturgia de Manuel Rodríguez. Diálogo cuyas frases de clásica prosa imperial están siendo nuestro regalo y nuestro afán... “Número 28”, de Murube, fue el cuarto. Negro, apretado de encornaduras y bizco, astillado del derecho. Chico también, como todos los de esta tarde. Salió trotón; luego se puso abanto; después se dio a revolver al revés. Por fin, se mantuvo con la cabezota alta... En un derroche de maestría, Fermín lo recogió, lo hizo humillar y luego se lo pasó en varios lances seguidos. Lo que se llama corregir los defectos y luego torear con lucimiento... Vinieron las varas y el toro salió suelto... Luego, el toro hizo asco y por evidente mansedumbre, fue devuelto... En sustitución apareció un toro de Zacatepec, negro bragado, chico y sacudido... Tres varas y el toro salió suelto... Como preludio, un pase de costado; un pase alto y un natural y otro pase por abajo... Luego se lo llevó a los medios. Y allí trazó cinco pases naturales, dos de ellos muy buenos, los otros con ligero enmiendo... Un pase alto; otro de pecho, y de nuevo por abajo. El animal huía por momentos. Además, había necesidad de acosarlo para que embistiera. Fermín lo probó así, cuando en un descanso le metió la muleta hasta los propios hocicos y se la agitó varias veces. Como si se lo hiciera al “Caballito”... A fuerza de aguante, Fermín logró tres derechazos muy ceñidos, toreando con el brazo, y un derechazo con remate alto en el que sintió el calor del toro, y en el que aguantó un gañafón... Se marchó el toro a su querencia de toriles. Y allí lo siguió toreando por alto y por abajo. Luego, con pases de tirón, lo sacó de la querencia para volverlo a citar al pase natural; sólo que el toro rehusó la pelea y, huyendo, volvió a las tablas... Allá fue entonces Fermín. Se dobló con él varias veces. Lo volvió a sacar, y el toro se volvió a marchar. Una lucha con el bueyote... Al fin, en la propia querencia de tablas, Fermín toreó en cuatro derechazos magníficos. Al final de ellos pescó por el rabo al manso para hacerlo regresar. Lo dobló varias ocasiones más para igualarlo, y entrando con habilidad, dejó una estocada caída que hizo doblar. Se levantó el toro y al fin cayó definitivamente... La mayoría pidió la oreja. La minoría la rechazó. Fermín, entonces, al igual que Manolete en el toro anterior, hizo un signo diciendo que para él estaba bien ganada. Y se la guardó tranquilamente en la bolsa de la chaquetilla... Y les peló los dientes a los que le chillaban… Vueltas al ruedo, salida a los medios, música maestro... Fermín había cuidado su triunfo con cariño”.

Manolete cortó un rabo esa tarde y Silverio Pérez estuvo discreto. De allí el título de la crónica de El Tío Carlos. No obstante, la actuación de Fermín Espinosa, según se retiene de la relación transcrita, deja en claro que todos los toros tienen faena posible – sobre todo cuando se tiene que defender el sitio que de figura se tiene – nada más es cuestión de sabérselas hacer y de encontrar el terreno en que la misma sea posible, lo que para Armillita era el eje de su tauromaquia, escribiendo con ello una de las páginas importantes de su historia.


Espero que disfruten esto, como yo lo he hecho al prepararlo.

Aldeanos